lunes, 18 de junio de 2012

NUEVAS CIVILIZACIONES.

Las nuevas civilizaciones agrícolas
Las innovaciones agrícolas que se llevaron a cabo durante el neolítico concluyeron prácticamente con la introducción de los metales. A partir de entonces se inició un periodo histórico donde las nuevas civilizaciones agrícolas tendieron a mejorar las técnicas ya conocidas, especialmente las herramientas, y a establecer esfuerzos cooperativistas. En este periodo destaca Roma por su importante literatura sobre temas agrícolas, pero no fue menos importante la agricultura de Mesopotamia, Egipto, China y la India.
Roma
Roma fue un referente importante, no sólo por la forma de gobierno, estructura social y económica, y la aplicación del derecho, sino también por el conocimiento de los temas agrícolas y la arquitectura aplicada a esa actividad.
Se estima que el imperio romano comenzó precisamente basado en una sociedad rural de agricultores sin ninguna relación cooperativa que alcanzó su máximo desarrollo durante la era cristiana, para convertirse de una sociedad rural a otra fundamentalmente urbana.
Las normas y el derecho romano, muy precisos en cuanto a las propiedades rurales, lindes, comunidades de aguas, etc., eran aplicables a todos los ciudadanos y alcanzarían a numerosos pueblos que constituyeron un imperio extendido por todo Occidente.
La agricultura romana también tenía su referente religioso. Existían variadas divinidades protectoras que se ocupaban de que las tierras fueran fértiles y las cosechas abundantes. Algunos pequeños dioses tenían misiones específicas, tales como cuidar de la siembra, la semilla, la espiga, etc.
Organización social
La organización social de Roma se basaba en el poder económico y estaba dividida en clases. La primera gran división comprendía dos grupos: los esclavos y los hombres libres.
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Esclavos gladiadores en Roma.
Esclavos
Los esclavos eran en Roma personas sin derecho alguno. A ellos se destinaban los trabajos más penosos, como los agrícolas o los desarrollados en minas y canteras. Podían ser vendidos, cedidos, o legados en herencia, y sólo podían adquirir la libertad con permiso de sus dueños. Con el cristianismo se alivió su situación mediante leyes que prohibían actos bárbaros, como ser arrojados a las fieras sin resolverlo un juez.
Hombres libres
Los hombres libres eran los ciudadanos, los cuales estaban a su vez divididos en dos clases, los patricios y los plebeyos.
Los patricios fueron los primeros en gozar de todos los derechos y desempeñar cargos públicos; a esta clase pertenecían los nobles y ricos terratenientes, que se reservaban los puestos más relevantes del ejército y la administración; y los caballeros o equites, que eran comerciantes de fortuna o financieros, también con cargos en la administración o el ejército pero de menor responsabilidad.
Por su parte, los plebeyos eran aristócratas que desde los primeros tiempos se enfrentaron a los patricios por una igualdad tanto jurídica como política, no conseguida en su totalidad pero con algunos significativos triunfos, como el derecho a realizarse matrimonios entre ambas clases o desempeñar cargos públicos, y que más tarde daría lugar a una forma de cooperación de los patricios con los plebeyos más ricos para el reparto del poder.
Otros plebeyos pobres, los proletarios, tenían como única riqueza sus hijos (de ahí lo de prole). Entre el siglo II y I a.C. estos proletarios constituían una población importante, motivado por el crecimiento de los latifundios y el empobrecimiento de los agricultores que no poseían tierras en propiedad; sobrevivían vendiendo el voto al que tenían derecho y con las asignaciones gratuitas de alimentos.

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