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Trigo: fundamental en la dieta humana. |
Tipos de agricultura
En el neolítico se practicaba una agricultura
itinerante (y que todavía hoy practican algunos pueblos primitivos), que
consistía en abandonar las tierras una vez han sido agotados sus recursos y
buscar nuevos suelos productivos. Actualmente la agricultura ha evolucionado
hasta alcanzar carácter industrial, donde la ingeniería genética, química y
tecnología mecánica juegan papeles fundamentales.
Se distinguen varios tipos de agricultura:
Extensiva
La agricultura extensiva es aquella en la que se
realizan labores sencillas, y en los que se emplean abonos orgánicos, como
estiércoles, prescindiendo totalmente de los fertilizantes artificiales. Es un
tipo de agricultura defendible desde el punto de vista ecológico, pues la
tierra no suele estar sujeta a la presión que imprimen otras actividades, como
la agricultura intensiva o industrial.
Intensiva o industrial
La agricultura intensiva o industrial es aquella en
la que se realizan labores complejas, y que depende totalmente de fertilizantes
artificiales para su óptimo desarrollo. Los suelos producen habitualmente de
forma continuada, lo que implica la necesidad de restituir también
continuamente los elementos minerales que ya fueron asimilados por las plantas;
esto supone tener que enfrentarse a la larga a variados problemas
medioambientales, derivados no sólo del frecuente uso de productos químicos,
sino también de la imperiosa necesidad de asegurar las cosechas contra plagas y
enfermedades mediante pesticidas, herbicidas, etc., que pueden terminar
finalmente introduciéndose en la cadena alimenticia.
Biológica
La agricultura biológica nació para dar respuesta a
los problemas planteados por la agricultura intensiva. Se trata de una
actividad cada vez más demandada por los consumidores, respetuosa con el medio
ambiente y la salud. Este tipo de agricultura recurre a métodos naturales para
luchar contra las enfermedades y plagas, y rechaza la utilización de pesticidas
y fertilizantes sintéticos.
Parcelaria
La agricultura parcelaria está limitada a
superficies dispersas y reducidas. Existen muchas regiones en el mundo que por
sus características orográficas están dedicadas a este tipo de agricultura. Un
ejemplo son los
andenes o terrazas andinas prehispánicas y que aún existen en la altiplanicie guatemalteca, donde se cultiva
maíz, alubias y calabazas; y café en las zonas más bajas de las laderas.
Monocultivo
La agricultura de monocultivo es una actividad que
está especializada en un único producto. Aunque los agricultores de
subsistencia de todo el mundo suelen cultivar variados vegetales, no suele ser
así en el caso de las grandes explotaciones de carácter comercial. Así, muchas
explotaciones producen sólo café, té, cereales, cacao, o caucho. Un ejemplo es
la dependencia de Tailandia del arroz, que es uno de los mayores productores
del mundo de esta graminácea; o Sri Lanka, que depende enteramente de la
producción de té.
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Variación de cultivos. |
Cuando se dedica una superficie a la producción de una sola
especie, suele proporcionar mayores beneficios económicos, ya que se simplifica
la gestión del suelo, la producción y su comercialización. Sin embargo, puede
dar lugar a la concentración de plagas que, aunque habitualmente suelen ser
controladas, pueden en ocasiones producir la devastación y pérdida de la
producción. La diversidad de cultivos es una ventaja contra este problema, pero
está limitada por las características de los suelos, clima, y otros factores de
carácter económico.
Desde el Neolítico
Se estima el origen de la agricultura en el
Neolítico. Este periodo, que es el segundo de la Edad de Piedra (de ahí
"Neolítico" o "piedra nueva"), se sitúa aproximadamente hace unos 8.000 a
10.000 años.
La vida social de esa época comenzaba a
estabilizarse tras el periodo de adaptación del Mesolítico en cuanto a
costumbres y tradiciones, y se iba alejando progresivamente de la vida nómada
del cazador-recolector. Básicamente se dedicaban al pastoreo, domesticación de
animales, confección de tejidos, modelación de cerámicas y cultivo de la
tierra. Fue no obstante una época de cambios revolucionarios en las formas de
vida.
Las culturas neolíticas más importantes aparecieron
en Oriente Medio y la península Balcánica. La agricultura ocupó sobre todo un
lugar preeminente en las civilizaciones china, hindú, egipcia y mesopotámica.
Los primeros agricultores ocuparon variadas
regiones: Irán, Irak, Jordania,
Israel, Siria, Turquía, Sureste asiático (Tailandia), África
(Egipto, a lo
largo del río Nilo), Europa (Macedonia, márgenes del río Danubio),
China (río Amarillo), India y Pakistán (valle del río Indo), México,
etc.
Antes del desarrollo de la agricultura y el
pastoreo, hace unos 15.000
a 10.000 años, la forma de subsistencia en todo el mundo era,
fundamentalmente, la caza, pesca y recolección de frutos silvestres. Hoy
en día, todavía existen antiguos pueblos que sobreviven aprovechando
recursos naturales como los citados, así como semillas, tubérculos
comestibles, miel,
setas, etc., ejemplo de algunos pueblos y etnias significativas de
Alaska,
Canadá, Amazonia, Australia, y otros apenas conocidos y
desperdigados por
numerosos países como Kenia, Tanzania, Etiopía, Venezuela,
Filipinas,
Indonesia, Tailandia, Malasia, etc.
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Vasijas para granos usadas hoy. |
En cualquier caso, se trata de grupos poco
numerosos que apenas suponen un riesgo para el equilibrio del hábitat que ocupan,
en lo que respecta a sus actividades predadoras o recolectoras y el
mantenimiento de la diversidad biológica.
Las características actuales de los pueblos
cazadores-recolectores que han tenido poco contacto con otros pueblos más
avanzados, no deben ser muy diferentes de sus antecesores del Neolítico en
cuanto a la forma de vida y organización social. Por ello, el aislamiento de
esos pueblos nos da una visión aproximada de como funcionaban aquellas
comunidades, sólo desvirtuada en aquellos casos en que se produjeron contactos
externos, que generaron cambios en los hábitos de vida, así como en la cultura
y tradiciones propias.
Aquellas comunidades de cazadores-recolectores de
la antigüedad que se mantuvieron aislados, demuestran unos valores de
solidaridad muy acusada. Así, predomina la igualdad entre sexos, se respeta
extraordinariamente la opinión de los ancianos, existen importantes lazos entre
padres e hijos, y, sobre todo, existe un fuerte arraigo comunitario.
Todo ello
está fomentado por la necesidad de repartir los recursos disponibles entre
todos los miembros de la comunidad, con objeto de asegurar la supervivencia de
todo el grupo. Todos estos valores sociales van cambiando conforme las
comunidades más aisladas toman contacto con otras más poderosas o de mayor
nivel económico, o debido a las influencias o contaminación de su cultura o
estilo de vida.
Primeros sedentarios
Las primeras sociedades sedentarias, es decir,
ligadas a una vivienda estable, favorecieron el desarrollo de asentamientos
permanentes, así como de nuevas técnicas y materiales para cocinar y almacenar
alimentos.
Las técnicas neolíticas consistían en pulimentar la piedra en vez de
tallarla, con lo que se conseguían nuevas formas y acabados. Más importante que
la pulimentación fue la aparición de la cerámica hace
aproximadamente 8.000 años a.C., un hecho sin duda influido por la necesidad de
almacenar las cosechas sobrantes y cocinar los alimentos, lo que supuso una
mejora notable en el régimen nutricional. De esta época son también las
técnicas de la cestería con hilos finos, y la confección de tejidos con
determinadas fibras vegetales o lana de oveja.
Revolución neolítica
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Herramientas Neolíticas. |
La agricultura fue, probablemente, una necesidad
impuesta por los nuevos condicionamientos poblacionales y
medioambientales. Es asumible la existencia de una escasez de la caza,
pesca y recolección, a causa de un aumento de población tras la última
glaciación, y que forzó a los cazadores-recolectores a buscar espacios
permanentes y
estables, sólo así se comprende que una vida tan fácil como es la de
recoger
los frutos que la naturaleza produce de forma natural, fuese
abandonada
progresivamente por otra forma de vida mucho más dura como es la del
agricultor, donde se requiere un considerable esfuerzo para la
preparación de
la tierra, siembra, control de las malas hierbas y recolección de
las cosechas.
Hace unos 7.000 años a.C., los cazadores-recolectores
ya conocían de sobra cómo funcionaban los ciclos de la vida de los vegetales y
animales, no en vano llevaban alimentándose de ellos desde hacía miles de años,
así que no les sería difícil adaptarse a las nuevos tiempos.
La evolución de la agricultura no se produjo de
forma inmediata, sino que fue un proceso gradual a partir de las actividades de
recolección, caza y pesca, las cuales todavía hoy en día son practicadas por
algunos pueblos primitivos, y se ha ido estableciendo muy probablemente a partir
de la domesticación de animales.
Existen evidencias de que las explotaciones se
realizaban de forma mixta, combinando cultivo y cría de animales. La
domesticación cumplía dos funciones básicas: garantizar el suministro de carne
sin depender de la caza, y la utilización de los animales como fuerza de tiro.
Se sabe por hallazgos arqueológicos que el perro fue el primer animal doméstico
hace 8.000 años, y con posterioridad lo fueron la oveja, el buey y el cerdo. Se
produjo así una "revolución neolítica", al descubrirse la agricultura
y la domesticación de animales como un perfecto combinado para sobrevivir
dentro de las nuevas formas de vida sedentarias.
Las nuevas actividades económicas basadas en la
agricultura, exigieron de los incipientes agricultores su permanencia en un
lugar fijo para cuidar de los cultivos.
Por yacimientos arqueológicos se sabe
que los primeros poblados neolíticos se establecieron en el Próximo Oriente
hace unos 8.000 años. Se trataba de pequeños grupos de casas adosadas de dimensiones
muy parecidas entre sí, construidas por lo general con piedra, madera y paja
mezcladas con barro cocido; no disponían de calles y casi siempre estaban
rodeados por una zanja o empalizada para protegerse de posibles agresiones
externas. En el Neolítico se formaron importantes poblaciones, como Jericó, que
alcanzó las 2.000 personas.
En esta época pudo propiciarse la aparición de un
incipiente comercio mediante el trueque e intercambio, basado en la existencia
de excedentes alimenticios. Así, los granos de cereales que sobraban de las
cosechas se intercambiaban por otros de los que se carecía, ejemplo de la sal,
que fue uno de los primeros productos que entraron a formar parte del comercio.
Nuevas
creencias religiosas
En las nuevas sociedades sedentarias basadas en la
agricultura, nacieron nuevas formas de religiosidad influidas por los
diferentes fenómenos que observaban en el curso de sus actividades. Así,
relacionaban como hechos atribuibles a algún tipo de divinidad determinados
fenómenos naturales, como la pérdida de cosechas ante una climatología adversa,
falta de fertilidad de la tierra, cosechas malas o escasas, etc. Este hecho
queda patente en variadas pinturas y grabados, donde se representan a
hechiceros durante sus ritos o ceremonias religiosas.
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Primeros asentamientos humanos. |
Los primeros cultivos
Los arqueólogos pueden distinguir si los cereales
hallados en un yacimiento son recolectados de especies nacidas espontáneamente
o cultivados.
Por las pruebas halladas en excavaciones de Oriente Próximo que
datan de hace unos 19.000 años, se estima que en esa región se recolectaban
formas silvestres de cereales (no cultivadas previamente), como cebada y trigo,
además de otras plantas y frutos. Por la riqueza de la fauna identificada, se
deduce la existencia de una forma de vida basada en la recolección, la caza y
la pesca.
Los estudios arqueológicos apuntan a que entre los 12.000 y 10.000
años estas prácticas se intensificaron como una costumbre; en yacimientos del
Próximo Oriente se han encontrado granos de trigo cultivado que ya pertenecen
al sexto milenio a.C., indicativo de que la costumbre terminó por convertirse
en cultivos programados o intencionados.
Los primeros granos cultivados fueron el mijo
y sorgo en el norte de África; arroz en la India y China; y maíz en América; en este último
(México y otros países del continente americano) se conoce la existencia hace
unos 8.000 de la producción de calabazas para la alimentación y construcción de vasijas.
En cuanto a Europa, se extendieron el
trigo, cebada y centeno, probablemente introducidas desde Asia. Así, mediante
datación del carbono 14 se sabe que en China, hace unos 8.500 a 7.000 años, se cultivaba
el mijo y la col. En general el arroz, mijo, y variados cereales, ya se
cultivaban en el este y sur de Asia, extendiéndose el arroz a Corea y Japón
hace unos 4.000 años.
Otro cultivo de gran importancia en la cuenca
mediterránea, como es el olivo, es probable que ya se realizase hace unos 8.000
años.
Las primeras herramientas
Las primeras herramientas utilizadas en las tareas
agrícolas del Neolítico eran básicamente las mismas que utilizaban en el
Paleolítico para recolectar raíces, las cuales estaban construidas de madera y
piedra. Posteriormente, mediante piedras afiladas, sílex, hueso, y maderas más
o menos torneadas se armaron azadas para cavar la tierra, hoces para recoger el
grano, e incluso arados rudimentarios a base de ramas de árboles
convenientemente modificadas para levantar y voltear la tierra a mano, con
objeto de prepararla para la siembra. Posteriormente, se adaptó el arado para
ser tirado por animales.
La agricultura en movimiento
Como ya se ha dicho, durante el neolítico se fueron
estableciendo sociedades sedentarias, que se alejaban progresivamente de las
actividades típicas de los pueblos nómadas cazadores- recolectores, para
dedicarse a la agricultura. No obstante, muchos asentamientos con intención de
permanentes tenían que ser abandonados periódicamente, ya que los campos
perdían su fertilidad por sobreexplotación, obligando a esos pueblos a realizar
una agricultura itinerante.
En determinadas regiones de Europa, allí donde no
existían tierras de labor para colonizar, se aclaraban los bosques talando e
incendiando a continuación, dejando así un campo fértil para la producción
agrícola el cual, tras sucesivas cosechas, iba perdiendo esa capacidad quedando
exhausto a los pocos años, obligando a los agricultores a levantar de nuevo los
asentamientos y buscar nuevas tierras o bosques para aclarar, al desconocerse
otros sistemas de conseguir abonos. Otros asentamientos, como los que se
concentraban a lo largo del Nilo, mantenían la
producción de las tierras durante mucho más tiempo, gracias a los limos que el
río iba depositando en sus márgenes, y que servían de abono para los campos
próximos en cada temporada.